“Las
contradicciones no pueden existir”
Axioma de lógica
Antes de entrar en el profundo
estudio de temas abstractos y misterios trascendentes, antes de conocer y
adquirir los grados de conocimiento que la masonería da o reconoce a sus adeptos,
el iniciado masón debe conocer con certeza la respuesta a dos interrogantes
básicos: ¿Qué es la masonería? Y
¿Quién es el masón?
Varias son las formas en que se
describe a la francmasonería, dicen algunos que es una asociación filosófica, otros
la llaman una orden caballeresca, a veces se le denomina una religión, hay
quienes creen que es una asociación política, etc.
Es grande la confusión que reina
entre lo que es y lo que no es la masonería, los profanos, aquellos que no han
tenido relación con sus misterios, pueden considerarla como una religión o como
un partido político, en un burdo entendimiento de esos términos, de lo que no
hay cosa más errónea, aunque como concepto abstracto puede tener algo de
verdad.
Los
neófitos, aquellos que acaban de iniciar su vida masónica, generalmente
entienden a la masonería como una asociación filosófica, pues su base es el
estudio del individuo en torno a la filosofía moral y de los principios
sociales en torno a la justicia y a la virtud.
Los no tan nuevos, suelen
comprender a la masonería como una orden caballeresca, iniciática, por su
estructura y el misticismo de sus enseñanzas, pero, ¿qué tanto tiene de cierto esto?
La
masonería, más que una religión, a pesar de su pretensión de re-ligar,
re-conectar al hombre con el universo por medio de la revelación de la gran luz
y la transmisión de los misterios, más que una asociación filosófica, a pesar
de la intensa carga de conocimientos morales y principios sociales que
transmite, más que una orden caballeresca a pesar de su estructura, es, en
realidad, una forma de vida.
Pero, para comprender plenamente la
pregunta ¿qué es la masonería? Debemos antes responder otra pregunta corolaria
¿quién es el masón?
Usando negativos, sabemos lo
que NO es un masón: masón no es aquel que termina un ritual de iniciación o
exaltación ancestralmente establecido, no es aquel hombre que acude
regularmente a las sesiones de su logia, masón no es el que más medallas y
diplomas de la fraternidad guarda con celo en sus sagrados aposentos.
Grande es el error al confundir
lo anterior, así, se ha llegado a considerar, contrario a toda recta idea de la
masonería, que entre más ritos se practiquen, entre más títulos se posea, entre
más grados se adquiera, más masón es un hombre.
Sin embargo, Masón es aquel individuo
que, con convicción y vocación, vive cada instante de su vida y toma cada
decisión de su existencia basado en las pautas que establece la libre
masonería.
Y, ¿cuáles son las pautas de la
libre masonería?
Realmente, el reconocimiento como
masón radica en personas que consagren su existencia a la práctica de las
virtudes, a la búsqueda de la verdad, y la vida en fraternidad. Moral,
ciencia y virtud, los puntos angulares de la francmasonería. ¿Acaso alguien se
atrevería a negarle el carácter de tal a cualquier hombre que viva bajo estas
pautas? Aún sin nunca haber pisado una logia simbólica, aún siendo de los
conocidos masones sin mandil.
O, en su caso, ¿alguien se
atrevería a afirmar de aquel que vive presa de sus vicios, de la ignorancia y
sumido en la hipocresía que es un masón? ¿No acaso es lo que llamamos profano con mandil?.
La logia no es más que el símbolo
del universo, de ahí su nombre, la logia
simbólica es denominada así porque simboliza al universo, la
verdadera logia es lo simbolizado, es el universo en sí, el mundo, y nuestro
ser, lo existente en sus dos dimensiones: tiempo y espacio, a la luz de la
conciencia.
Y así, la diferencia entre lo
sagrado y lo profano no recae sobre un edificio, un salón, o un horario en
especial, radica en la conciencia y la percepción que de esto den los
iniciados. No hay amuletos ‘consagrados’ o rituales que hagan una cosa o
persona más sacra o profana que otra, más allá del grado de conciencia en torno
a la gran luz de cada individuo en particular.
Efectuar un ritual de iniciación
no nos hace iniciados, sino el momento en que realmente tomemos plena
conciencia de lo que la gran luz representa, para esto debemos antes haber
pasado por una cámara de reflexiones, no la simbólica, la real, en nuestro
interior, en la que se nos despoje de los metales y nos hagamos las preguntas
de un triangular.
El despojo simbólico de los
metales se lleva a cabo en la vida real con el despojo del ego de las personas,
alimentar el ego nos hace cada vez más difícil el despojarnos de los metales, y,
así, lograr la iniciación.
“Ámame u ódiame, pero piensa en
mi”, reconóceme, es el principio básico del ego. Títulos innecesarios,
reconocimientos sociales, honores inmerecidos alimentan el monstro que nos
aleja de la iniciación. Es sólo aquel que se ha despojado de su falso yo y se
ha hecho las preguntas de la luz ¿Qué me debo a mi mismo, a mis semejantes y a
la trascendencia? quien está listo para recibir su iniciación.
Al alejarse de los vicios,
practicar las virtudes, conocer las respuestas a estas interrogantes, y
reconocer las herramientas con las que por naturaleza cuenta, es cuando se
puede verdaderamente decir que una persona es masón.
Nos llamamos hombres libres y de
buenas costumbres, pero debemos dejar de ser masones de papel, de nombre, nos
hemos encadenado tanto al culto del simbolismo que olvidamos que ni el símbolo
ni su abstracción son realidades, la labor del masón es conocerlas no como fin,
sino como medio para llevarlas a la práctica.
Es la práctica de la masonería
el fin último del masón, pero la
masonería simbólica no es la masonería, como esa espada no es la rectitud, sólo
el símbolo que la representa.
No hay tal diferencia como el
masón simbólico y el masón operativo, esa farsa debe ser superada, el simbólico
no existe, el símbolo no es real, se es o no se es, las contradicciones no
pueden existir.
Es un asunto importante, de lo
cual me tomo el tiempo de llamar la atención de mis hermanos.